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Golpeando la puerta del Señor.

A los 8 años y sin previo aviso me enviaron a Catequesis. Duré 2 meses. Preferí quedarme en casa mirando en la TV un dibujito de un hipopótamo de color fuxia si mal no recuerdo.

No fue falta de interés. La razón fue muy sencilla: en mi casa jamás en la vida me hablaron de religión. Para mi todo lo que decía la profesora era de otro mundo y para colmo aburrido!.

Es así como me quedé sin Comunión. Sin embargo años más tarde pisé varias veces la Iglesia del pueblo por diferentes motivos: casamientos (como invitada o cantando), festivales de coros, ayudando con el coro de la Iglesia junto a mi madre que es profesora de música…

Respeto. Eso es lo que me inspiran todas las religiones. En lo que se refiere a las Iglesias en el sentido material, a la construcción, me dan cierta «cosilla». Sensación de vacío…tan grandes, oscuras, silenciosas…hasta porque no, una especie como de temor sin sentido.

Hoy tuve que ir a una. Mi vecina que está enferma me pidió que le hiciera el favor de hacer bendecirle una imagen. Y claro que lo hice.

Ring! Ring! Hice sonar el timbre de la secretaría. No recordaba que tuvieran secretaria pero allí estaba.

A los 5 mimutos aproximadamente apareció una señora que…digamos…no era simpática por así decirlo. En ese instante, como un flash en mi mente pensé: «Estoy en la casa de Dios y esta señora la verdad auyenta  a cualquiera!»: Ideas mias si, locuras mias quizás.

Expliqué el por qué de mi presencia y me hizo sentar en un banco. «El Padre está ocupado, tendrás que esperar». Y así lo hice, por lo menos,  unos 20 minutos. Ella pasó delante de mi como unas 5 o 6 veces y nunca me miró. Daba vuelta la cara…sin dudas, no era simpática ni educada. El silencio de los corredores me daban una sensación de encierro. Había mucho frío. Pensé que a pesar de los años en  que no pisaba una Iglesia… la sensación de no pertenecer allí permanecía.

Apareció el Padre. Me pareció un hombre encantador. Bendijo el angelito de mi vecina ; acto seguido me obsequió dos imágenes. Nos despedimos y una vez fuera, caminando por la vereda rumbo a mi trabajo pensé en que yo no hubiera podido aguantar más tiempo esperándolo ahí dentro.

Es afuera, en la calle, en la gente que pasa, en el aire fresco, en el pasto verde y hasta en el pasto seco que yo siento a mi Dios.

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